Cargando...
Cargando...

Washington es un hombre peculiar: pasa los días rodeado de animales embalsamados, libros antiguos y un teléfono fijo. No cree en el amor, habla de sexo sin pudor, junta recetas y añora el pasado. Atrapado en el tiempo, es retratado en su casa-laberinto. Para algunos, un búnker; para él, un paraíso. Lejos de ser un megalómano, como suele suceder con los sabios y los eremitas, Washington es un hombre sencillo que se construyó un refugio a su medida. Partidario de lo moderno y enemigo de lo contemporáneo, ama el dominio del hombre sobre la naturaleza. Mientras camina entre libros antiguos y animales embalsamados, afirma su pasión por la taxonomía con la que se forjó el orden del mundo. Por ejemplo, si hablamos de himenópteros, nos dirá que la mejor especie es la avispa, por su aleteo y colorido. Pese al valor del conocimiento, sostiene que para alcanzar la civilización plena son fundamentales la buena cocina y el sexo; especula que los vietnamitas vencieron imperios gracias a su preferencia por la carne de perro y disca para llamar a una amante.
Washington Pereyra
Él mismo
También te puede interesar