Palabras de los directores
“«Vera y el placer de los otros» es una película sobre el deseo.
Esta historia surge de un interrogante de nuestra adolescencia: ¿dónde teníamos sexo a los 16 años, cuando la intimidad no existía, tan amontonados en nuestras casas familiares? Ese fue el motor para crear a nuestra protagonista, una adolescente que se disfraza de experta inmobiliaria: roba las llaves de un monoambiente que su madre administra y lo alquila por horas a otros chicos para que vayan a coger. En el 3B no hay cama, una bolsa de dormir es la única comodidad. Con eso alcanza, a esa edad el cuerpo se moldea a las superficies del deseo. Al principio lo hace por el dinero, pero de a poco va encontrando en ese departamento feo y sucio el refugio ideal para ir detrás de lo que le intriga sexualmente.
Comienza a quedarse en el palier y, de a poco, se convierte en una voyeur que escucha detrás de la puerta e imagina lo que allí sucede a partir de los restos del goce ajeno, jugando a ser invisible. Pero quién es invisible ve cosas que no quiere ver. Y el riesgo a ser descubierta está siempre latente.
Su búsqueda es por momentos errante, angustiosa, vergonzosa, pero también luminosa, alegre y divertida. Vera no encontró aún todas las respuestas sobre su deseo, nosotros tampoco, ¿alguien sabe realmente de qué se trata el placer? ¿Hay una única forma de retratarlo? ¿Cómo se muestra eso que de tan privado y tan singular se vuelve un misterio? Esas fueron algunas de las preguntas que nos atravesaron cuando comenzamos el camino de la escritura y, más tarde, la codirección. Teníamos una certeza: Vera es nuestra heroína porque, con todas las contradicciones y los miedos de una adolescente, defiende su derecho al goce. Por eso la íbamos a acompañar. Buscando la belleza en ese lugar abandonado y la intimidad entre el bullicio de una ciudad cargada de gente que pasa sin mirar. También íbamos a acompañar a Adriana, su mamá. Quien encuentra en el sexo un escape a su monótona y asfixiante rutina. Y si bien ese momento de libertad lastima a su hija, también las acerca: dos mujeres en diferentes etapas de sus vidas desafiando a la moral, con el placer como norte.
Durante el rodaje apareció la verdadera dificultad de esta película. Necesitábamos que las escenas de sexo dejen de ser esas escenas “temidas” por las actrices y actores, para encontrar en la imagen ese placer que estaba narrado en los guiones, un placer de búsqueda, inocente, que requiere tiempos. Nos dimos esos tiempos, con ensayos, trabajos de mesa, escuchando al elenco, quienes se comprometieron poniendo el cuerpo e intimidad a disposición para contar esta historia.
Mientras escribíamos nos dimos cuenta que había otro gran tema sobre el que giraba la película: la masturbación femenina, tan diferente a la de los varones. Vera no ve pornografía, va a la fuente, usa su oído para disparar la imaginación. Se hace cargo de sus fantasías. Y da un paso más, le cuenta a sus nuevos amigos y ellos le regalan una función privada donde todos los sentidos están presentes. La amistad es el vehículo que ayuda a Vera transformar el placer de los otros en el propio, el mismo que nos permitió a nosotros como directores atravesar con amor las dificultades de la creación colectiva.
Siete años después del primer borrador hicimos nuestra primera película, una de sexo, de adolescentes, de mujeres que toman las riendas de su placer y van en busca de más. Hoy no somos los mismos, este proyecto nos transformó, nos enseñó que el goce necesita permanentes preguntas, valentía, y que tanto en el sexo como en el cine necesitamos de otres para construir lo que nos hace felices. Y el resultado nos encanta.”