El genocidio armenio es una herida abierta en la humanidad. La diáspora de los sobrevivientes atravesó lejanos países. Uno de ellos fue la Argentina. La historia retrata a Buenos Aires y Erevan, la capital armenia, como ciudades que se preparan para conmemorar los más de 100 años de un genocidio que aún sigue oculto. En abril las calles, los edificios, se visten de violeta. Centenares de carteles conmemoran el hecho histórico. Los puestos de flores inundan la ciudad: todas las personas se harán de un ramo para que en una multitudinaria manifestación sean depositados en el imponente memorial de Erevan. A pesar del siglo transcurrido, el ejercicio de la memoria y el reclamo continúan vivos.