Palabras de la directora

“Todo empezó con la idea de que una víctima pueda convertirse al final en el perpetrador. Luego, un día en el correo veo una pila de paquetes en la que se distingue una caja mediana, envuelta en papel de embalaje azul. Ha sido preparada con prolijidad y cariño.
Me llama la atención que tiene una fotocopia de la cédula de identidad en la que aparece una mujer. Su rostro, surcado por el tiempo, está lleno de humanidad. Debajo, una lista manuscrita con el contenido de la caja. Un pan casero, se lee, entre otros. Va dirigida a un chico que está en la cárcel. Le saco una foto. Aquí empieza Milonga.
Al principio pensé en contar la historia de una familia en la que una mujer y su hijo, son afectados por un marido (y padre) violento. Pero no quería mostrar más violencia de la que ya vemos a diario.
Me parecía más interesante mostrar las secuelas psicológicas, que a largo plazo son más dañinas que las físicas y decidí contar la historia desde la perspectiva de la mujer, después de que el marido fallece.
Descubrí un personaje atrapado en una compleja situación emocional de pérdida (s). Una mujer que se da cuenta que perdió a su marido y a su hijo, antes de darse cuenta que se ha perdido a sí misma.
Llena de contradicciones, errores y virtudes. Una mujer que me conmueve por su sentimiento de fracaso como madre y por el poder de resiliencia con el que al final se enfrenta a la vida.”