Palabras de la directora
El surrealismo apareció en un mundo horrible, hostil, para ─entre otras cosas─ fantasear con otra humanidad. El mundo post pandemia, con guerras, crisis ambiental, millones de humanos en la más profunda pobreza y las derechas extremas escupiendo odios a los cuatro vientos, tiene más similitudes con la primera mitad del siglo XX de las que nos gustaría.
En el ’36, y en el marco de un exilio forzoso por el golpe de estado en España, el famoso grupo de Laúdes Españoles, Cuarteto Aguilar, protagonizó la única película surrealista argentina: Tararira (la bohemia de hoy), dirigida por el poeta Benjamín Fondane. La película ha sido declarada como “inhallable”.
Crecimos sabiendo que nuestro bisabuelo había luchado en la guerra civil española. Poco sabíamos, en cambio, del tal Cuarteto Aguilar unos músicos que ─parece─ habían sido famosos.
Se dice que al Cuarteto Aguilar lo convocaron para hacer Tararira porque eran una versión castiza de los Hermanos Marx. Quizás sea por su excentricidad que no se les tomaba en serio. A nosotros nos encantan.
Sus descendientes encontramos, casi de casualidad, la banda sonora de la película original, y nos propusimos reconstruir historia familiar y película perdida a través de un collage con el ritmo de una tropilla de caballos: al galope y viendo por el rabillo del ojo lo que se alcanza a ver, para completar lo que falta con la imaginación.
Casi cien años después Amparo, Mateo y Manuel Aguilar, junto al primo Lucas, nos reunimos a jugar. A ser nuestros abuelos y otros personajes de la historia, a pelear guerras, a no pelearlas porque cansa… Lo curioso es que, esta vez, nos conduce una mujer.
La Tara es un viaje. Tanto en el tiempo (recorremos sucesos históricos a lo largo de cien años) como en el espacio (Argentina, España, Alemania y Cuba).
La voz en off funciona como guía del paseo por la historia. No todo lo que se dice es relevante, y es importante que ─aun así─ haya palabras, muchas palabras. Un torbellino de anécdotas, algunas risueñas y otras tristísimas, como sucede cuando una familia se junta a almorzar en casorios, en días normales y después de los velorios.
El documental es también un ensayo de despedida: podremos pensar lo nuevo ubicando al pasado como tal, con memoria, pero también con mirada crítica. Y con fuga, un aporte fundamental de los feminismos. Porque… otra vez mirar al pasado solo para sacarle lustre, es aburriiiiiiidoooooo. El humor como herramienta política, como propuesta ética y estética.
Me gusta pensar a La Tara como un “artefacto”. Tan extraño en su forma como la memoria. Ojalá les resulte tan poderoso como la memoria.
Porque creo que el antifascismo no puede ser vintage y que el arte político no debería oler a naftalina, espero encontrarles a la salida con una media sonrisa en la cara.