Palabras del director

“Mis películas anteriores fueron realizadas íntegramente en el AMBA, apreciando fenómenos locales que habitan espacios residuales: el movimiento del mercado La Salada en un balneario popular abandonado –en el caso de “Hacerme feriante”-, y el trabajo nocturno de los grupos de propaganda política en los márgenes de las autopistas –en “Cuerpo de letra”.

“La gruta continua” surge también en movimiento, durante prácticas gregarias dentro mismo del paisaje, la exploración en cuevas y cavernas, disciplina conocida como espeleología. A partir de frecuentar el GEA (Grupo Espeleológico Argentino), me deslumbró la riqueza cultural de su biblioteca del mundo subterráneo. Tuve la fortuna de acompañar al grupo en campañas y encuentros “cueveros”, cuando en Córdoba conocí al entonces presidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Desde sus inicios, tanto el montañismo como la espeleología fueron próximas y estratégicas a las milicias territoriales. Algunas de las geografías proclives a este cruce han sido el occidente de Cuba y la región alpina. El énfasis lateral de la película sobre estas tradiciones aborda algunos cruces que ya existieron entre ecología y política. El grupo italiano “Grotta Continua” inspira su nombre de la organización “Lotta Continua” (y el título de la película hace lo propio). En la frontera con Eslovenia acompañé a este grupo para instalar un extractor de aire casero en la boca de una cueva, misión cuyo objetivo era comprobar si la cueva “continúa” por zonas desconocidas.

Fue el espeleólogo Alby Cotti quien me propuso abordar ese momento histórico preciso de la disciplina, cuando al estudio del curso del agua se sumó el análisis de las corrientes de aire como técnica de exploración. Realizamos varios viajes para hacer un rodaje que documente sencillos experimentos y entrevistamos a especialistas como Andrea Gobetti y Giovanni Badino, quien nos cedió su archivo de experimentos infrasónicos que expandió la representación del espacio subterráneo hacia nuevas dimensiones.

Como locación, las cuevas intrincadas pueden ser muy incómodas y poco higiénicas para un rodaje. Los mamelucos cerrados y las mochilas que usan los espeleólogos no tienen cierres, bolsillos ni correas que sobresalgan con la intención de no quedar enganchados, casi el diseño opuesto a una mochila de cámara. Si sumás un trípode la tarea adquiere un espesor poco razonable. Por fortuna la película se filmó acompañando a sus sabios protagonistas, quienes colaboraron haciendo pasamanos y fundamentalmente con lo que podríamos llamar la puesta en escena o cámara. La iluminación fue determinante, ellos mismos “pintaban” las perspectivas azarosa y deliberadamente en composiciones. Si bien la tecnología LED es hoy dominante, en la escuela de Cuba todavía usan el carburo, por lo que en cada incursión había variantes de temperatura de color que incidieron en el registro de cámara. Muchos de los paisajes resultantes terminaron de formarse en el montaje, combinando las trayectorias de las luces en diferentes escalas.

La manera en que cada grupo me llevó a conocer al siguiente trazó un recorrido por geografías diversas y fraguó un aprendizaje de estos saberes y técnicas que habitan el submundo. Intentamos que en el montaje las continuidades se tornaran evidentes en el camino por descifrar esta cultura colectiva, transfronteriza.”