Palabras de Luis Ziembrowski
“Mi papá biológico desapareció de mi vida cuando yo tenía menos de dos años.
Me dijeron que se había ido de viaje: cada vez que escuchaba un avión, miraba hacia el cielo, buscándolo.
Cuando lo conocí, cuatro años después, lo primero que le dije fue: “Yo no te conozco, pero sé que sos mi papá”.
Puedo contar con los dedos de las manos las veces que vi a Santiago, ese fantasma acechante que fue sastre y jugador. Ruleta y caballos, aunque también quiso ser actor…. pero el hampa lo tentó.
A lo largo de la vida tuve sustitutos de él: mi abuelo, mi padrastro, un primo mayor, maestros. Hasta que llegó la actuación: actuar es cubrir una ausencia.
Entre enero y marzo de 2006, muere mi padre de crianza y unos meses después, mi mamá.
Soy huérfano. O casi huérfano. Decido entonces subirme a mi auto con una cámara y un amigo director que se ofrece a acompañarme. Encaro la ruta hacia Mar del Plata: voy a reencontrarme con Santiago después de ocho años de no verlo.
La grabación de esos días es un enfrentamiento entre un cuarentón insoportable (yo) que le reclama a un viejo desvalido un ejercicio de memoria de los hechos más traumáticos de la familia.
Como actor fui llamado muchas veces para encarnar villanos. La conexión de la vida y la ficción, me despertó íntimamente un posible relato: encontrar una versión del día en que Santiago desapareció del mundo familiar y unificar los relatos de cada uno de los miembros de la familia sobre ese momento en el que se nos produjo la hecatombe. Imaginé que podría ser reparador para todos. ¿Pero sería eso posible? ¿Y si eso no ocurriera, por qué hacerla? O más bien: ¿Cómo hacerla si lo único que encuentro desde siempre son agujeros en la memoria familiar? ¿Por dónde empezar?
Encuentro muchos sinsentidos y entre ellos, asoman algunas tímidas razones que, como piezas de un rompecabezas, arman lentamente un relato con distintos formatos: archivos grabados, audios, fotos, entrevistas a familiares y a conocidos de Santiago. Recortes de periódicos de la época, escenas ficcionales apócrifas. Y fundamentalmente, el registro audiovisual de mi encuentro con Santiago en el 2006.
Junto a Gabriel Reches, en un devenir amoroso y punzante, fuimos encontrando una posible película, acompañados por Paula Zyngierman y MaravillaCine.
El villano es una película que (de)construye una versión definitiva de Santiago, Israel, el “ruso Jorge”. Y esencialmente, mi padre. Nunca me lo propuse, pero ahora sí puedo decir que es un acontecimiento de reparación.”