Palabras del director
Pienso a El monte como una película que se mueve entre tres géneros: el drama, el fantástico y el terror. Me gusta la fusión de géneros, pero no como un juego de referencias cinéfilas sino como proceso de respiración natural de la película. En este desplazamiento continuo de tonos y atmósferas está su identidad.
Esta película echa luz sobre los alcances y los límites del entendimiento entre padres e hijos. Una defensa del desacuerdo. No hay reconciliación definitiva, no existe ese momento en el que se dispersa la bruma de nuestros prejuicios y finalmente comprendemos cabalmente al otro, de manera transparente y lúcida, sin ningún tipo de interferencia. La comunicación perfecta, qué entelequia. Si aceptamos esto como válido, queda por preguntarnos: ¿es posible habitar un vínculo aun en el el disenso y la mutua incomprensión? Así como nadie nace padre, nadie nace hijo. Ambos roles se construyen en el tiempo a la medida de nuestras herramientas y posibilidades. Algunos lo hacen mejor, otros peor. Algunos lo hacen de entrada, otros demoran un poco más.
En El monte vemos a dos personas buscando a tientas, como pueden y con lo que tienen, este cómo-ser-padre y este cómo-ser-hijo, en una tensión constante entre querer ocupar esos papeles y a la vez rehuir de ellos. Es esta tensión irresoluble, paradójicamente, lo que hace posible un espacio para el encuentro.
Lo que hasta el día de hoy me fascina de las mitologías del nordeste argentino, con las que crecí, es que no necesitan explicación. Las criaturas míticas no tienen origen y sus actos no obedecen a ninguna finalidad. Las cosas simplemente acontecen y ya. ¿Por qué extrapolar al mundo sobrenatural la lógica de funcionamiento de nuestro mundo racional? Y más aún: ¿podemos trazar una frontera tan definida entre ambos mundos? ¿O lo que llamamos sobrenatural no es más que una infinita red de fenómenos tan naturales como el viento o la lluvia a cuyo conocimiento todavía no podemos acceder? Tal vez lo que el monte reclama para sí no sea nada distinto de lo que ya tiene y de lo que ya es. Las fronteras entre lo humano, lo animal, lo vegetal y lo mineral, entre la tierra y la garra que la pisa, entre el río y el ojo que lo observa, tal vez solo sean una ficción más. Un cuento que nos contamos para tranquilizarnos.