Palabras del director

“Siempre concebí “El Llanto” como una película de género en la que lo más importante son los personajes. Andrea, Camila y Marie, tres mujeres jóvenes, son el centro de esta historia. Aunque sus historias no coinciden en el tiempo, todas atraviesan un momento vital similar: han ingresado en el mundo adulto y, justo cuando están en pleno proceso de desarrollo de su identidad, una fuerza terrible, ajena a ellas, cambia radicalmente sus vidas. Mi objetivo fue darles profundidad, hacer que el espectador sienta que son personas reales, porque sin empatía por ellas, ni la historia ni el terror funcionan.
Esta película está dividida en tres capítulos, cada uno desde el punto de vista de una de ellas, lo cual nos permite ver el mundo a través de sus ojos. Mis películas favoritas son las que reflejan el contexto en el que fueron hechas, mostrando los miedos y ansiedades de su época. En este caso, quise que la historia fuera un espejo oscuro de nuestra sociedad, exponiendo una violencia estructural que, aunque a veces creemos superada, sigue presente. También busqué mostrar cómo ese dolor no solo afecta a las víctimas, sino que se transmite a sus hijos y seres queridos, prolongándose de generación en generación.
Con “El Llanto”, quise crear una experiencia cinematográfica cercana a una pesadilla, con atmósferas oscuras y un ritmo que se aparta de los parámetros del terror convencional. No se trata de saber qué va a suceder al final, sino de no saber qué ocurrirá en el momento siguiente, como en los sueños. La estructura no lineal tiene un sentido narrativo y conceptual: la repetición y el bucle reflejan una violencia que persiste en el tiempo.
Al construir esta historia, miré hacia atrás en el género para reinterpretar ciertos arquetipos del terror. La clásica casa encantada aquí es un bloque de apartamentos anodino, como cualquier lugar cotidiano donde pueden ocurrir episodios violentos. Quise llevar el terror a nuestra realidad: en “El Llanto”, el horror llega a través de dispositivos modernos como los AirPods, donde las voces de otro mundo no se oyen en grabadoras antiguas sino en auriculares digitales, tal como lo imaginaríamos hoy.
La película transcurre en dos épocas: el presente en Madrid, donde utilizo dispositivos digitales para contar la historia, y el pasado en La Plata, Argentina, en 1998, con una estética más física y viva, que captura la energía de aquella época. La tecnología moderna ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, y quise reflejar eso visualmente. A pesar de las diferencias, busqué una coherencia estética general para que el mundo de El Llanto sea tan creíble como el que vivimos todos los días.”