Palabras del director
“Llegué al castillo por accidente. Estaba realizando mi película anterior, recorriendo caminos rurales de la provincia de Buenos Aires. Cuando me topé con el castillo la vi a Justina haciendo trabajos de jardinería y le pedí hablar con el dueño de casa. “Yo soy la dueña” me contestó, derribando mis prejuicios. Ese día me mostró cada una de las habitaciones de la casa, mientras yo imaginaba que ella podría vender la propiedad, mudarse, viajar, empezar una vida nueva. Pero me contuve, no le dije nada. Cuando terminamos de recorrer la casa ella me contó que jamás se iría de ahí, porque quería cumplir la promesa que le había hecho a su antigua empleadora. Sentí una claustrofobia inmensa, y pensé que eso no podía suceder, que en algún momento Justina se iba a ir del castillo. Creí que sería fascinante hacer una película acerca de una empleada doméstica que, luego de haber trabajado desde los cinco años para una familia, finalmente conseguía emanciparse del mandato de su patrona. Pensé que sería una película sobre el delirio al que nos arroja el sistema de clases; sobre la herencia como elemento que nos ubica en un estrato social; sobre la desesperación de la clase media por desmarcarse de lo popular. Y sí, todo eso pertenece al universo de la película, pero lo que me hacía volver cada fin de semana al castillo era algo bastante más sencillo. Era pasar el tiempo con esta madre e hija que, luego de descubrir que solo se tienen una a la otra, deciden separarse.”