Palabras de la directora

“Después de terminar CON EL VIENTO, surge la necesidad de seguir al personaje de Mónica. Acompañarla en un nuevo viaje de regreso a Argentina y en una gira de danza contemporánea en territorios remotos donde el arte está ligado a la vida. Porque toda transformación abre una nueva crisis.
Como sus personajes, la película emprende una búsqueda a través de los límites geográficos y culturales, entendiendo la frontera como un lugar de cruce (de personas, lenguajes, culturas) y, por lo tanto, híbrido. Porque todo viaje supone un desplazamiento.
Entre el documento y la ficción, la película muestra la incapacidad de adaptación al lugar de una pareja y plantea cuestiones (también a sí misma) sobre el sentido de la creación artística alejada de las necesidades de las comunidades y la representación y el acercamiento a las personas que las componen. Cuando se abren las grietas en una relación, el silencio se vuelve profundo. El dolor de una separación, del transcurrir del tiempo, de las derrotas y los miedos, a través de los cuerpos. Y la inmensidad abre un espacio para el pensamiento y la reflexión. El paisaje se convierte en el espacio íntimo de Mónica. Quién es, qué busca, adónde quiere ir.
A través del viaje de Mónica, la película busca y se busca en un modo de vida que desaparece, en la tierra, en la casa, en las raíces, en la memoria, en los afectos. Del fin del húmedo verano, al gélido y seco inicio de invierno; del ruido disonante del carnaval, al silencio tras una función. La dualidad es el centro de la película. Un viaje del color y el calor comunitario, al frío y la soledad de dos personajes a la deriva, sacudidos por el viento.
Porque nadie nos enseñó a gestionar el amor. Tampoco a decir adiós.”