Sobre el director

Soy Diego Musiak.  Vine a este mundo para hacer películas.

El cine es uno de mis maestros espirituales.  Hace más de treinta años cuento historias que despiertan diferentes viajes emocionales. Y en este transitar que es la vida, le pongo todo mi corazón.

El devenir convierte a Cenizas en una película muy personal. Originalmente la idea era rodar la película en Sudáfrica en medio de la sabana, con un valor de producción atípico en nuestra cinematografía. Devaluaciones, cambios de gobiernos y pandemia, sumado a la enfermedad de mi padre hicieron que relocalice la historia, primero pensando en la Patagonia, luego en las cataratas, para finalmente centrarme en la verdadera historia que quería contar. El tiempo no vivido. El tomar conciencia de que la vida va por otro lado, no por el que creemos; casi les diría que por el opuesto. Entonces, la pregunta sobre cómo puedo recuperar el tiempo perdido se hace imposible de responder, ya que el que perdura es el tiempo y no nosotros.

Ante tanto obstáculo y ver a mi padre en un proceso complicado de salud (el sufre un ACV mientras estaba localizando en Iguazú) decidí suspender todo y dedicarme a tener un tiempo de calidad y acompañar a mi padre.

Las visitas a los diferentes especialistas, sus tratamientos, que él eligiera el menú y tener todo el tiempo del mundo para preparárselo y disfrutar juntos; sumado a las charlas interminables abordando todo tipo de temáticas, me colmaban el alma y agradecía al universo poder vivir mi vida real, no la pensada.

Esta nueva forma de ver la vida, de estar en tiempo presente, me llevó a resignificar la película.

Cenizas al mar desembarca en el tiempo exacto de la existencia humana para mostrarnos con encanto, amorosidad y recursos sorprendentes que la finitud de la existencia puede ser abrazada cual musa inspiradora para una vida gozosa, con todo lo que tiene para darnos.

Además, es una película que honra al padre, al sol, al mar, al amor universal, a las relaciones familiares, humanas y a la valentía de encontrar en cada dificultad una oportunidad de cambio para ser nosotros mismos y gozar de la vida que construimos y tenemos predestinada.

Un presente desdibujado ayuda a comprender en la frontera del amor y la muerte el potencial que no nos animamos a liberar por miedo a ser completamente felices.

Soy Diego Musiak, un eterno aprendiz.