Palabras del director

Soy nieto del escultor Jorge Michel, aunque nunca lo conocí, dado que cuando falleció, en diciembre de 1991, yo tenía apenas un año y medio. Mi primera conexión con él fue a través una serie de imágenes: diez fotografías blanco y negro que lo muestran en su taller, en plenitud, enfrentando largas horas de esculpido sobre piedra y madera, en silencio y con su misteriosa expresión.

Durante mucho tiempo esas fotos fueron el único registro que tuve de su presencia, sin contacto con amigos o familiares que lo conocieron ya que mi padre se vinculó con mi abuelo siendo adulto, durante un breve periodo, y luego no mantuvo relación con su círculo de pertenencia.

Cuando decidí retomar los lazos y averiguar más acerca de la historia de mi abuelo (y de la mía), descubrí que casi todas las piezas que había esculpido se consideraban extraviadas. Me contacté con museos y galerías (nacionales y extranjeras) buscando en sus archivos fotos, recortes, algún catálogo que aporte pistas sobre su proveniencia o paradero. Y solo cuando conseguí datos concretos me presenté ante coleccionistas para acceder a las obras.

Treinta años después de la muerte de mi abuelo y tras un largo silencio, en Catálogo para una familia sus amigos, colegas y familia política me abrieron las puertas y sus recuerdos. Tuve que recabar testimonios, entrevistarlos y apelar a la memoria de muchas personas (y a su sinceridad) en un trabajo arqueológico que combinó lo familiar con lo artístico. Todo el camino recorrido fue, de algún modo, un gran gesto contra el olvido.

A medida que el proceso de producción de la película avanzaba, fue la dimensión inmaterial de la obra de mi abuelo la que comenzó a interesarme. Entonces descubrí la presencia que aún hoy tiene en quienes lo conocieron y que, de algún modo, la mitología erigida alrededor de su devenir era otra narración creada por él mismo: su vida como una gran aventura.”