Sobre el proyecto

“En 2008 empecé a filmar en la ESMA, con miedo y con temblor, lo que luego sería mi película El predio. Entré a ese espacio con una cámara para ensayar un lugar para el cine como parte de los debates sobre la construcción de la memoria. Era un momento de transición, un pliegue del tiempo, cuando el sitio estaba en construcción, y los sentidos todavía no se habían clausurado. Filmé esa película con urgencia. El lugar estaba siendo convertido en un museo, y quería capturarlo antes de que estuviese completamente transformado. Casi nada de lo que ese film registró existe actualmente en la ESMA, que ahora es la ex-ESMA. Un lugar, un predio, al que todavía no sabemos cómo nombrar, quizás por temor a dejarle su verdadero nombre: ESMA, eso que no va a dejar de ser nunca lo que fue y siempre seguirá siendo.

Luego seguí filmando películas en distintos sitios de memoria, especialmente en lugares que funcionaron como centros clandestinos de detención. Filmé Los murales en El Olimpo y en Automotores Orletti, y luego con 17 monumentos recorrí el país filmando sitios de memoria y bases militares en Posadas, Trelew, Calafate, Famaillá, San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Córdoba, Paraná, Mar del Plata, La Plata, Olavarría.

Volví a filmar en la ESMA Tabula rasa unos años después, cuando la demolición de uno de sus edificios parecía acelerar aún más los tiempos de la memoria, mientras yo buscaba con mis películas justamente lo opuesto: un tiempo de reflexión y pensamiento.

Luego filmé Toponimia en el monte tucumano, y sumergí la cámara en las profundidades del Río de la Plata en Las aguas del olvido. Para lograr que me dejen filmar los aviones Electra que se usaron en los vuelos de la muerte tuve que mentir a los militares en la Base Espora de Bahía Blanca.

Con Responsabilidad empresarial volví a recorrer el país, pero esta vez filmando los espacios fabriles donde los trabajadores fueron entregados por sus propios empleadores a las fuerzas militares. Esta vez la cámara escondida en el auto era el dispositivo que me permitió arrancarles una imagen a estas empresas. Lugares difíciles de filmar, ya sea por la prohibición para acceder a ellos, o simplemente difíciles de transitar porque están habitados por fantasmas; esos son los espacios por excelencia que me atraen y en los que quiero seguir filmando.

La intimidad y soledad con que lo hago se traslada de alguna forma a la pantalla. Camuflaje representó un nuevo desafío. Nunca me enfrenté a un espacio de tal dimensión, ni de tal diversidad de personajes que lo rodean. Pero Hamlet no va solo al encuentro del fantasma, lo acompaña Horacio. La principal motivación de esta película fue compartir con Félix Bruzzone esta salida al encuentro con los fantasmas, habitando juntos tanto el detrás de cámara de todo el proceso creativo, en una forma de co-autoría que teníamos que inventar; como también encontrándonos a mitad de camino delante de la cámara, y ocupando ambos ese lugar dentro del cuadro, actuando esta película.