Palabras del director

“Cuando tenía 8 años, Atahualpa me sentó en su falda y me retó por estar jugando mientras él hablaba. Estábamos en el patio de la casa de mis abuelos, en una de las derivas de la relación de mi padre con Yupanqui. Treinta años después, el fruto de esa relación me puso frente a un centenar de cassetes, cintas abiertas, beta, u-matic, M9000, fílmicos, cartas, postales que fueron de Atahualpa y en muchos casos sobrevivían a décadas de ostracismo. Esos archivos nos permitieron asomarnos al universo de una de las piedras sagradas del panteón de la cultura argentina. El deseo, entonces, fue poner a circular la voz y las canciones de Atahualpa confiando en esa misteriosa forma ancestral de compartir la cultura, que a veces se parecía a un reto.
En estos territorios de Sudamérica, definir nuestra identidad sigue siendo un conflicto latente. Me gusta pensar que Atahualpa atesora la respuesta a muchas de esas preguntas que nos desvelan. Y me gusta imaginar que la película sirve como gesto artístico, político o al menos simbólico, para descubrir o visitar una obra de inagotable sabiduría.”