Sinopsis
Por motivos muy variados y extensos de explicar, el cine suele llevarse bien con el arte de la pintura. Y no hablamos aquí de académicas biografías sobre artistas consagrados, meras ilustraciones de lugares comunes: nos referimos al registro de la tarea del pintor. A su preparación, sus tiempos, sus dudas. Desde algún lugar de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Rubió recuerda al pueblo de su infancia, sintética y poéticamente descrito en el título. Pero es como si los recuerdos se le escaparan y, para reencontrarse con ellos, recurriese a lo que tiene a mano: llamadas telefónicas en las que se discute la cantidad de ventanas de la casa familiar de su niñez, cartas (no electrónicas; de las otras, porque aquí el tiempo es un tema fundamental), viejas fotos y una memoria a la que hay que saber esperar. El director -el debutante Fernando Domínguez- apela a una serie de dispositivos diferentes para capturar esa búsqueda del tiempo perdido, y así poder retratar el trabajo de un pintor y su afán de recrear un mundo desde la soledad de una habitación.