Texto de la directora sobre el proyecto

中孚 61. La verdad interior fue un viaje iniciático. Todo empezó un agosto estudiando en el Programa de Cine de la Universidad Torcuato Di Tella. Vino a dar unas clases un director muy prestigioso con el que teníamos mucha diferencia de edad. Resultó ser la persona más libre que había conocido en mi vida. Eso me emocionó: ¿cómo podía ser que ese señor tenía toda la libertad que nosotros, los jóvenes con aspiraciones a cineastas, no nos podíamos dar, quizás por ego, por esa idea de que lo que hiciéramos tiene que ser “bueno”, que encajar en los cánones del status quo del momento? James es estadounidense, no habla nada de español, yo era la única del curso que no hablaba inglés, pero entendía todo, o casi todo. Cuando terminó su última clase, lloré y le di un papelito escrito en español que decía: gracias por su libertad. Después nos fuimos todos a comer. Esa noche, Andrés Di Tella, el director del taller, le contó a James que yo era actriz, que me gustaba decir textos y que me sabía muchos de memoria. James me preguntó si yo cambiaba mucho como actriz, le dije que sí, que me gusta mucho hacer eso y le mostré una foto de Los salvajes, la primera película en la que actué. James volvió a California. A los dos días recibí un mail con un video que había hecho él con la foto y me decía: hagamos una película juntos. Le dije que sí. El tiempo pasó entre mails en los que planeábamos qué íbamos a filmar cuando yo fuera. Un día le dije que además quería filmar el proceso de creación de la película que íbamos a hacer. Me dijo que sí, le encantó la idea.

En noviembre me fui a California. Ideamos Telemundo y la filmamos. Viajamos por sus lugares favoritos. Filmé y grabé todo lo que pude, me sentí una ladrona de imágenes y sonidos.

Cuando volví, así, sin saber, me puse a editar y a ver qué era lo que había ahí: ese encuentro enigmático con James. No sé qué pasó, pero de alguna forma sé que él me abrió una puerta-espejo, me ayudó a recuperar mi voz. Entendí que el único camino era hacer lo que sentía, lo que intuía, lo que más me gusta. Un día alguien me preguntó: si tuvieras que definir tu película como una cosa, ¿qué sería? y yo respondí: mis cuadernos

中孚 61. La verdad interior es un pedacito de mi corazón. Mi único objetivo era aprender a hacer una película. El único recurso que tenía eran las ganas. Como todo proceso creativo fue largo y en muchos momentos doloroso, de tomar decisiones como saltos al vacío. Nunca había hecho una película, ni sabía editar, ni animar, así como cuando la filmé no sabía qué significaba tal encuadre o tal otro, solo me guiaba la intuición y el deseo.

Esta película la hice en casa, a mano, como bordada. Fue una manera de sanarme, de recuperar mi voz.